noticias


29 abril 2006

ESPERANZA de Raul Gatica
Raul Gatica, compañero del CIPO de Oaxaca, refugiado político en Vancouver, Canadá, nos envia este texto que con mucho gusto publicamos.
__________________________

Esperanza siempre es gorda, no hace aeróbic ni levanta pesas. No le importa conservar la línea y mucho menos va al salón de belleza, o a desfiles de modas a buscar costosos vestidos y trajes, porque no tiene imagen que cuidar. Esperanza es muy extraña porque no le interesa sonreírle a todos, no usa maquillaje y menos busca que le cepillen los callos y las uñas.

A Esperanza le saltan cuarteaduras en los pies de tanto andar. Le germinan, por los azotes, chipotes en la piel y el alma. Tiene parchada su calavera pero no se duele nunca de nada, ni le reclama a nadie sus pesares. Esperanza es pese a todo y nunca da explicaciones, se sucede y punto.

Esperanza se levanta siempre a la izquierda del pecho ―pero no es comunista― en el corazón y en ninguna otra parte, pues esta más allá de los marxismos, troskismos, maoísmos y demás etcéteras; a lo más, acaso sea un poco anarquista, por eso de querer vivir en libertad y sin que dictadura alguna la aprisione.

Esperanza cojea en ocasiones porque le demuelen sus apoyos, pero aún rengueando sigue su camino y nunca la contamina el odio o la parte oscura de la gente. Ella no pide cuentas, no juzga, no acusa ni perdona, solo anda como Pedro por su casa y, a lo sumo, se bate en retirada, cuando de pelear entre hermanos se trata. Esperanza es motor de vida y poderío, para que el amor llegue, sin tropiezos, a la próxima parada.
Esperanza ayuda a otros y por eso se le piensa masoquista. Porque aguanta firme, sin parpadeo alguno, la mierda que le lanzan y las miserias que le cuelgan, para quitarle del camino por donde anda con su bolsa llena de mañanas. Por eso no sirve para el culto al martirologio u oda a los desgraciados. Esperanza nunca le gana a las tortugas, pero se las ingenia, para llegar antes que el desaliento comience a escupir al corazón, que todo esta perdido y debemos conformarnos.

Esperanza no tiene rostro ni puede asirse, solo sospechamos su fuerza y su presencia. Se huele y se come cuando brilla al fondo de nuestro nido de arañas. Allá se baja por ella y salimos contaminados hasta la médula. Ella se sujeta con cuerpo y alma en lo cotidianamente humano, justo ahí donde todo ha salido mal, florecen las derrotas, el triunfo no aparece y los fracasos coleccionan premios, porque esperanza es el derecho a existir imperfectos e intachablemente humanos.

Esperanza es una puta un poco rara: no se vende ni se compra en supermercado, botica o calle alguna, pero esta en el lugar donde nadie imagina y cuesta. . . ¡nada! Y como no tiene certeza alguna, entre desengaños e hipocresías nacen sus remedios para el día que habrá de vivir apenas.

Esperanza vive en los poros de todos los que se han caído, en los que se cansan, lloran, fracasan y hacen pendejadas. En los que alguna vez no pudieron hacer algo y después aprendieron a hacerlo mejor que muchos. En los que traicionaron y no juntaron coraje suficiente para reconocerlo y evitar volver a repetirlo. En los que corrompieron sus principios por una pasión humana. Esperanza inscribe sus reales en el centro de los que renuncian y huyen como solución. Va por el cuerpo de los que se sienten y hasta parecen fracasados: ahí religiosamente es el único lugar donde prospera, cuando todos suponían y hasta se habían convencido que estaba seco.

Esperanza no vive enfrente, ni saca la lengua desde la otra casa. No existe en la piel del otro y de la otra. No mira, para ver, con ojos del vecino: se halla en nosotros mismos, cuando sentimos que el fiasco en el corazón y el alma del otro nos proscribe, porque al final de cuentas, los otros somos también nosotros. Esperanza esta aquí y ahora, nutriéndose con dolores, alegrías y sonrisas del pasado y del futuro. Es nuestra dignidad en pelotas y un recinto inquebrantable

Es verdad que muchas veces Esperanza anda tuerta, si no es que de plano ciega. Tal vez por eso cae seguido, aunque nunca muerde el polvo para siempre. Esperanza es inmortal paciencia, terca resistencia, constructora rebeldía, eterna inconforme, cotidiana protesta y obstinado amor y ternura.

Esperanza se caga de la risa ante los per-fec-tos que no admiten resbalones y llegan a creer el cuento que necesitan nada y a nadie, y solo su corazón existe. Es impertinente con la exactitud del reloj. Tenaz, desprecia invitaciones a dejar de luchar por desencanto, comodidad o cansancio. Le aburre lo seguro, “sin error” y donde todos viven conformes, pues es filosa piedra a la que no se puede renunciar. Esperanza tiene dolor de panza de tanta carcajada si pretenden hacerla mansedumbre que agusana esqueletos.

Esperanza nunca retrocede ante la presencia inesperada de traiciones, engaños y mentiras, porque no hay a donde marchar. Pueden hacerla pinole pero jamás lapidarla, a lo mas le obligan a receso y a tomar unos pocos tragos de agua salada; pero sigue, no se para, porque si frena esta muerta. En el amplio pecho de Esperanza, engañar y mentir para salvar a unos y dañar a otros; soltar voces como fieras a la espalda de hermanos y hermanas; disfrazar y evadir fallas, son pestilencias que terminan sin dientes y sin muelas.

Pero a Esperanza le gusta la mala vida, pues cuando no la queremos y la sacamos hasta con la escoba, hace sus maletas calladita la boca, sin que la mire nadie, pero no se va. Se hace a un lado, pero no se va. Invariablemente Esperanza se resiste a partir, y si es mucha la insistencia, se pone flaca, mugrosa y agoniza, pero no se va.

Esperanza tiene muchos rostros y a veces trota desarrapada o de gala. Es Dulcinea, noble y hasta hidalga. Habitualmente posa como caballero, pero también es rufián y antihéroe de todas las batallas. No gusta de estar en los triunfos ni en las glorias, por eso pocos la recuerdan, aunque ella forja a los ganadores. A la hora de los reconocimientos cede el paso, se aparta, deja el camino franco a los vencedores. A ella nunca le cuelgan medallas, ni le hacen monumentos, ni le festejan cumpleaños, ni le llevan serenatas. Esperanza es un lugar en el corazón de cualquiera y listo.

Esperanza es irrespetuosa, no hace caso al invierno ni a la primavera. Es cálida en tiempos de frío y fresca en los días de fuego. Es ternura en botella tirada al mar, para los presos en cualquier lugar; charco de agua en infinitos de arena para los torturados, y cenizas de olvido para el padre denigrado por el hijo: Esperanza es la certeza de un mundo allende nuestras miserias.

A Esperanza le crecen ojeras en cada mirada que le falta. Espanta con sueños, pesadillas y le nacen ramas por el cuerpo que no tiene: para que se aferren a ella los desahuciados, los enamorados que perdieron el amor de su vida, el beso que no llegó porque no se lo mandaron y la noche con el adiós desenvainado, en una mano con insomnio.

Por eso Esperanza no quiso andar soltera y buscó de pareja a quien fuera lo más grande, indispensable e irrenunciable. Encontró al derecho caminando erguido, pretencioso, orgulloso y hasta fachoso. Juntos inventaron el derecho a la esperanza, quien no marcha con sutilezas ni por las ramas, y nunca se anda con pendejadas ni medias vueltas.

El derecho a la esperanza es un bárbaro sin modales y sin finuras; con el cuerpo al frente, aunque le sangren las estocadas; sin dios, sin amo, sin padre, sin puta madre y sin perro que le ladre. Emplea sus tretas para sacudirnos la mollera, con vozarrón que profiere malas palabras a quienes aspiren a sordos o piensen que su existencia se acaba. O cuando al punto del suicido gritamos ¡puta madre! ¡Me carga la chingada! ¡Soy un fracaso porque el desamor me dobla!

Al derecho a la esperaza le valen una chingada los formalismos y lugares comunes, por eso le lleva la contraria a la historia con sucedidos inexplicables, por ejemplo: cuando un pueblo o persona derrotada se levanta.

El derecho a la esperanza es el único retoño que no puede perderse, que no tiene nada de humilde ni de sencillo, que no le importa que le vociferen ¡ególatra! Y es tan el, que le importa un pito lo que digan a sus espaldas. El derecho a la esperanza mella el filo y la punta de todas las dagas y sus infamias.