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25 septiembre 2007

Control social y organización antagonista
El gobierno del DF se alista para limpiar, como dicen ellos, las calles del centro de la ciudad del comercio informal y del ambulantaje. Casi a simbolizar la nueva conquista del centro, el 12 de octubre fue la fecha límite que Ortega y Ebrad dieron a los ambulantes para desalojar voluntariamente a las calles del centro histórico de la capital. Al mismo tiempo, siguen los desalojos de predios en distintas zonas de la ciudad. Para regresarlos a la ciudadania, según ellos, en forma de parques (?) y de plazas comerciales.
Lo que hoy sucede en el DF, bajo el impulso del legalitario Marcelo Ebrad, aprendiz incapaz de Rudolph Giuliani, es una campaña de control territorial que corre sobre dos ejes: el control policíaco del territorio y el control político del territorio.
El primero, se desahoga en operatívos policíacos que dan muestra de cuán democrática es la polícía del democrático gobierno del PRD en la ciudad: muestra de fuerza y equipo, preparación militar y capacidad de invasión y toma de posesión. Intimidación y miedo, que son lo mismo: el uno hijo del otro. Casi como Ortega y Ebrad. El segundo, encuentra aplicación al vender, consecionar o conceder el territorio a la explotación comercial (miren Tepito y Carlos Slim) o bien a los programas dizque sociales del gobierno.
Al parecer este proyecto de gobierno - porque de esto se trata, nada más - tiene su racionalidad. Porque no es sólo apantallar a la ciudadanía. Es un proyecto transversal, que no tiene identidad política clásica (de izquierda o de derecha). Este ataque a la informalidad del trabajo - y de la supervivencia -, que tiene reflejos claros en contra de grafiteros, trabajadoras sexuales, ocupantes de predios e inmuebles abandonados, etc., tiene precisos objetivos de control social.
La intimación al orden y castigo no apunta tanto a los que ya cotidianamente son objeto de exclusión, sino más bien a la vida en si misma. Claro, se golpea primero a los menos protegidos, pero el objetivo final es la moltitud, todos los que potencialmente representan un problema: un teatro de hobbesiana memoria, en el cual la moltitud, de por sí imposible de controlar, se enfrenta a un escenario en el cual se impone el miedo de todos hacia todos; y en el cual, entonces, aparece el Estado a eliminar los problemas e imponer la disciplina. Todo en nombre de la supuesta "normalidad". Este el objetivo del proyecto gubernamental - que traspasa las fornteras de esta ciudad e inclusive de este país: crear una sociedad en la cual nada suceda que no sea controlado o decidido por el gobierno. Y lo que sucede debe de ser productivo.
Por consecuencia, organizarse hoy significa el proceso inverso: producir situaciones en las cuales todo es posible, en donde todo está en movimiento, donde los problemas se multipliquen en lugar de tender a cero. Una situación en la que el exceso - de ideas, de acciones, de prácticas, de deseos, de sueños - salga a flote por doquier y se produzcan entonces las condiciones para apartarse de las necesidades de la valoración capitalista. Esto es, crear formas de vida antagónicas a las seriales y asujetadas al poder.