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20 enero 2008

Ejecuciones
Andar por la Ciudad de México conlleva algunos riesgos. Como toda metrópoli, también esta mancha urbana que ocupa el Valle de México ofrece peligros y riesgos para el bienestar físico de sus habitantes. Se habla de delincuencia y seguridad toda vez que algún sangriento evento llena las primeras planas, las plumas y las bocas de amarillistas de primera o experimentada pluma. Poco importa, el objetivo es aquel de terrorizar.
Y a estas altura de las cosas aún queda sin respuesta la ya retórica pregunta: ¿quíen es el delincuente?
El otro día, una patrulla interceptó a tres jóvenes. Los paró y trató de revisarlos. Juan Carlos, uno de los tres, no quiso y se hecho a correr. Pocos minutos después yacía muerto en la acera de la calle: un policía, Andrés Hernández Regino, le había disparado.
Ahora bien, la Procuraduria capitalina asegura que fincará responsabilidades y la SSP asegura imparcialidad en el caso. Bien, ya que no se puede ocultar lo inocultable, castigaremos al policía preventivo que ejecutó un jóven casi fuera de su casa. Lo que aparentemente no se cuestiona es pero el hecho que en las calles de esta ciudad se libra una guerra entre facciones de las cuales una de las más peligrosas - por estar armada y gozar de relativa protección institucional - es la policía misma. En las próximas semanas, un policía presumibilmente entrará a la carcel, pero mientras Juan Carlos perdió la vida por no querer someterse a una revisión policíal.
En esta ciudad se va a la carcel un mes por robar una lata de frijoles de una tienda de autoservicio. Y se muere en la calle a mano de un delincuenta armado y...uniformado. Así de barata es de repente la vida.