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30 octubre 2008

Recuento de una larga jornada
De una jornada larga surgen muchas historias que son anécdotas, alegrías y también frustraciones, como pasa cuando se va por palabras y experiencias que no se conocen de antemano sino que se descubren con la práctica.

Aquí queremos hacer una reflexión y una autocrítica sobre lo vivido en estos años de trabajo comunitario.

Escuela Comunitaria.

La Escuela Comunitaria mostró lo que somos capaces de hacer pero también en lo que aun hace falta trabajar. Fue un espacio de talleres múltiples por los temas y por las personas que la integraron; lo que en un principio fueron talleres aislados después, poco a poco, dio paso a la organización colectiva.

Con el tiempo fue posible organizar la Asamblea General de la Escuela Comunitaria, un espacio en donde todos sus miembros, alumnos, talleristas y el colectivo Black Pato, hablamos, escuchamos, discutimos, nos conocimos y, finalmente llegamos a un consenso sobre el por qué de la Escuela, su futuro, las formas de organizarse y administrar los recursos… Así, en la primera asamblea se dijo que “la Escuela Comunitaria es un espacio en donde se aprende con los vecinos; se establece un aprendizaje distinto al tradicional, pues todos tienen algo que aprender y algo que enseñar...”, todo se platicó en ese momento libre y diferente, sin autoridades o jefes que decidieran por todos.

En los siguientes meses se realizaron más asambleas y en una de ellas, la tercera, se dio un paso muy grande, la autogestión fue real con el surgimiento de la Comisión de la Escuela Comunitaria encargada de garantizar el respeto y cumplimiento de los objetivos acordados colectivamente y de mantener la comunicación entre los talleres. Con un representante por cada taller semanalmente en una reunión se informaba sobre los talleres, se establecían fechas y horarios para las actividades planteadas y se hablaba de todo lo necesario para el buen funcionamiento de la Escuela. La Comisión tuvo logros, fue la encargada de organizar una kermes para juntar fondos y resultó exitosa por varias razones: por la organización colectiva, porque la Cooperativa de salud comunitaria tuvo un espacio para ofrecer sus productos medicinales, y al final también porque nos hicimos de recursos económicos para comprar materiales como pizarrones, plumones, cuadernos, en fin, cualquier cosa necesaria en esta gran experiencia de aprendizaje colectivo. La Comisión fue rica en experiencias, una forma rotativa y democrática de organización sin especialistas o autoridades, todos compartiendo responsabilidades.

Un objetivo importante de la Escuela fue que cada taller pudiera producir algo de utilidad y pudiera hacernos un poco más libres y autónomos. Uno de los talleres, el de Medicina Comunitaria, dio lugar a la Cooperativa de Mujeres para la Salud Comunitaria. Una cooperativa que elaboró productos medicinales buscando fundamentalmente contribuir y promover una salud distinta, pensada desde y para la Comunidad, aprovechando los recursos cercanos a ella y económicamente accesible; una cooperativa que en su momento supo organizarse, hacer propuestas e imaginarse una vida mejor. Los productos ahí están, hechos por el trabajo horizontal que una cooperativa puede dar.

Hacer justicia a la palabra

Compromiso y responsabilidad son dos palabras que se deben llevar a la práctica. Sabemos que el compromiso es reconocer que formamos parte de un grupo con intereses comunes y que cuando se toman decisiones en conjunto se deben cumplir. Pero también uno debe conocer sus posibilidades y límites, y ahí entra la responsabilidad para decir hasta dónde puedo llegar y qué está dentro de mis posibilidades hacer, para lo cual se requiere suficiente confianza y honestidad para hacerlo saber a los compañeros. Algunas cosas de este tipo comenzaron a fallar en la Escuela.

La asistencia irregular a las actividades de la Escuela, sin avisar cuando no se podía llegar a las citas acordadas; la falta de constancia en los proyectos asumidos como compromisos, no impuestos, a la fuerza, sino personal y libremente adquiridos; exceso de reuniones, desgaste de los temas; falta de otro tipo de espacios para trabajar y pasar un rato en convivencia; además de una comunicación deficiente entre los miembros de la Escuela, provocaron un agotamiento generalizado.

Finalmente se convocó a una asamblea extraordinaria donde todo se puso sobre la mesa de discusión, y ahí reafirmamos que todo es responsabilidad compartida de quienes integramos la Escuela, que debe haber claridad en las palabras y en las acciones y que nadie tiene la respuesta exacta para resolver los problemas, es algo que aprendemos colectivamente.

El trabajo en la Escuela fue de altibajos, de logros personales y colectivos, de aprendizaje recíproco y también de errores, porque cuando se trabaja de forma libre, autónoma y compartida, desconociendo parte del camino a recorrer, es posible y es válido equivocarse, sentir frustración o molestarse; somos muchos y diferentes, para conocernos y entendernos hace falta tiempo, paciencia y, sobre todo, ganas de hacer las cosas. Aquí cada error es una oportunidad de crecer y seguir adelante. Y un día lo aprendido en la Asamblea de la Escuela Comunitaria podrá servir como referente para una asamblea de toda la colonia u otra forma de organización.

Por ahora la Escuela se encuentra lista para intentar hacer las cosas de otra forma, ya no estamos en la canchita de Avenida de las Torres como solíamos hacerlo todos los sábados, no por falta de interés sino porque al hacer la valoración de lo ocurrido nos dimos cuenta de que podemos situarnos en cualquier lugar donde la Escuela sea requerida y que es mucho más productivo hacerlo así, la Escuela es hoy móvil, flexible y adaptable a nuevas exigencias, manteniendo los mismos objetivos y diciendo: “Nadie enseña a nadie, todos aprendemos de todos”.

Por Una Vida Digna.

En el desarrollo de la Escuela Comunitaria y de las demás actividades pensamos que era el momento para intentar algo más, que lo que hacíamos podría dar pie a una campaña general para resolver algún problema común. Algo fue evidente: estábamos cansados de ver nuestras calles sucias, de respirar un aire contaminado, de comer alimentos insanos; y sentimos la necesidad de hacer algo para deshacernos de tantas cosas que ni nos gustan ni nos sirven, de tanta basura, es decir, de hacer algo por vivir en un ambiente mejor, limpio en todos los sentidos. En ese momento surgió la Campaña Comunitaria por una Vida Digna.

Nació también el Grupo de Vecinos por una Vida Digna formado por vecinos de la colonia y encargado de coordinar las diversas actividades como talleres, eventos artísticos y difusión.

Esta Campaña también fue fruto de una reflexión de todo lo hecho en el pasado, de los errores y aciertos, y pensando en el futuro, en las posibilidades y nuevas metas. Con la Campaña Vida Digna cambiamos de formas, al llevar la información y dar los talleres en todas partes donde fueran solicitados logramos construir espacios más dinámicos de trabajo y convivencia.

El tema de la autosuficiencia alimentaria ha sido algo muy importante en el desarrollo de la Campaña, demostrar que al organizarnos podemos cultivar productos sanos y económicos y que trabajando en red, una red que se construye y que se expande hacia más lugares, todo es más fácil, han sido logros invaluables.

A casi un año de iniciar podemos decir que vamos por buen camino, lento pero seguro. Con vecinos comprometidos, entusiastas y sinceros la Campaña por una Vida Digna avanza, los talleres funcionan y el primer Huerto Comunitario ya es una realidad.

Desayuno Comunitario

El Desayuno Comunitario sigue ahí, en el mercado de la colonia, los jueves a las 10 am desde hace tres años; en él están quienes donan algún ingrediente, quienes lo cocinan, quienes lavan platos, así como quienes comparten historias. Mucho más que comida el Desayuno es potencia y experiencia. Es un espacio para conocer al otro; niños y personas mayores son los que más asisten lo cual lo convierte en un lugar único en donde esas generaciones lejanas por el tiempo se acercan en el espacio; donde encontramos energía infinita.

Cineclub La Calle

El Cineclub ha sido muy importante como punto de primer encuentro con personas que ahora acompañan y han hecho suyo este camino y también como espacio cultural libre y gratuito; es muy diferente sentarse a ver una película en comunidad junto a vecinos, compañeros, amigos, que entrar a una sala de cine, aquí es un lugar compartido hecho por personas y no por instalaciones.

La constancia ha sido un problema, algunas veces por fallas técnicas y otras por capricho de la naturaleza. Y aquí nosotros decidimos suspender el cine momentáneamente por la temporada de lluvias. Regresamos en septiembre.

El tiempo es mucho más corto de lo que pensamos, tres años en realidad es muy poco y los cambios profundos requieren tomarse el suyo. Por ahora ya se pueden ver resultados y aun falta mucho por hacer. Los cambios requieren de paciencia y trabajo... paciencia aun la tenemos y por ahora seguimos en el trabajo con más ganas que nunca.

Sabemos que el camino es largo, infinito quizá, y lleno de obstáculos, pero al mismo tiempo nos sabemos autocríticos y capaces de reconocer nuestros desaciertos y equivocaciones para replantearnos las rutas a seguir, siempre consultando con todos aquellos que estén dispuestos a unirse a la lucha por una Vida Digna en Comunidad, porque nos damos cuenta de que compartiendo todo es más fácil y mejor.

Así es, después de tantos andares lo positivo es lo que prevalece y lo que nos da fuerza y nos hace continuar…